lunes, 10 de agosto de 2020

CIRCUNLOQUIO SOBRE LA ESENCIA Y EL RECUERDO DE LAS COSAS (UNA CASA FAMILIAR)

 

CIRCUNLOQUIO SOBRE LA ESENCIA Y EL RECUERDO DE LAS COSAS 

(UNA CASA FAMILIAR)

Por: Obdulio del Valle

 

Hay veces que, por esperar, la espera se vuelve eterna, tanto como la ansiedad que genera estar aguardando una respuesta, un gesto, un beso o un abrazo que nunca se darán.              

De pronto, en la espera a una respuesta de sí vender o conservar la casa familiar, como recuerdo general, se aparece un extraño personaje, que puede ser un ángel o un demonio,  hermano o enemigo, no sabemos si bueno o malo, real o ficticio, soñado o inventado, y nos dice que lo que era ya no será, que la esencia de las cosas cambia tan rápido, que la memoria adquiere una repentina importancia, y los recuerdos se pueden meter en un frasco imaginario para mañana abrirlo y gastarlo, o conservarlo a la vista de la conciencia humana que lo quiera ver o interpretar, si es que aun puede recordar.

 Entonces sentimos un tremendo desencanto, es una incomprensible paradoja de la vida que se quiera conservar lo que a otros incomoda o les estorba, es una tremenda ironía, haber vivido y no aprender a sentir lo mismo que los otros, sentir y no haber vivido lo suficiente para saber si contar las emociones, o no decir lo que se siente cuando se pone en la balanza de la vida el precio de las cosas contra el valor del sentimiento hacia las mismas.                                                        

Me encuentro ante una realidad desconocida, pues lo conocido solo existirá en mi mente, durante toda la vida he tenido lugares y objetos físicos, materiales, tangibles y visibles que me son luego referencias de vida, de amor, de geografía.  Pero ahora me dicen que eso no cuenta, que no es importante un punto físico, que aquellos muros y lugares donde se han construido sueños y sentimientos en conjunto son solo elementos, que lo importante de las cosas no son ellas mismas sino la emoción que hayan creado, o el sentimiento que de ellas haya brotado, ¿pero entonces les pregunto porque se conservan las pirámides, o para que los monumentos, o cual es el sentido de los museos con sus cuadros y estatuas?

Un sentimiento de desarraigo me invade, siento que al dejar atrás esas cuatro paredes, donde  en familia se moldearon parte de los sueños personales, de cada uno, estos se evaporaran dejando tras de sí una estela de recuerdos borrosos, aquellos que si no se están recordando, al poder volver a ellos, a los elementos físicos que los identifican, desaparecerán en la maraña de vivencias y emociones, que cada vida va exprimiendo de lo general hasta volver individual  la particular manera de cada quien  entender y vivir la vida.                                                                                                                

Sé, por mi particular manera de ver las cosas, que, al dejar atrás aquellos elementos físicos, que me disparaban y prendían mis recuerdos familiares, poco a poco iré perdiendo la memoria que me dirigía hacia lo que era nuestra esencia.                                                                   

Molesto con lo que me queda de familia, intento reclamarles por los recuerdos de los padres, por él, que ya es un reflejo vaporoso y etéreo de lo que fue, y se diluye tan rápido que nadie puede ni lo quiere recordar, y por ella, que está muda en su silencio ingrato, olvidada en un pulcro y triste anonimato, para insinuar que se está muriendo en un frío ancianato.                                                                                                                                         

Resignado ante la derrota de mi idea de las cosas, intento decirle a los otros que quiero que la madre que todavía siente, y  aun respira, se quede en su nido, que fue el nuestro, pero hay más verdades y fuerzas que la mía, y el concepto y el destino de lo nuestro, ante esto, toma el camino que una mayoría de antemano ya decidió, así me parezca absurdo o sin sentido, me vuelven a recordar que así son las cosas, y así tienen que ser en el destino de cualquier familia, cuando se enfrenta no solo ante el concepto personal de cada quien que la conforma, si no contra el embate de los cambios que se vienen con el tiempo, a veces como modas, otras veces como odios, la mayoría de las veces como negocios, sólo que  todo ocurre tan veloz que lo nuestro queda en la interpretación individual de lo mío, y al desechar con premura al objeto del recuerdo,  en este caso la casa familiar, éste queda condenado al olvido, y de una extraña forma  disgregando a los individuos que la integran, o  quizás deba decirlo de otra manera, somos efímeros momentos, y nos corresponde a los que estamos vivos, al conservar ciertos objetos materiales,  prolongar la vida, con esos recuerdos, de los que ya han partido, sin ponerle precio ni valor a los sentidos, y manteniendo vivos los vínculos que de ellos se desprenden y derivan, invisiblemente y sin querer.

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