NO
HAY TUTÍA QUE VALGA CUANDO EL CONTROL NO ESTÁ EN NUESTRAS MANOS
Lo hecho, hecho está, dice un refrán muy popular,
o hay otro, que señala que llorar sobre la leche derramada no hay
tutía que valga,
para advertir que lo que se ha hecho no se puede deshacer
ni rearmar.
Igual ocurre con relación a la evolución de nuestro mundo,
donde casi toda la humanidad reclama cambios inmediatos a
unos hechos consumados,
preocupados, y aterrados, llorando desconsolados por los
resultados latentes y alcanzados,
sobre un planeta con los recursos sobreexplotados, y agotándose
rápidamente,
y con una cruda realidad desbordada y angustiante.
Alarmistas, politólogos, negativistas, futurólogos,
naturalistas, ecologistas,
y hasta incluso acérrimos humanistas,
se rasgan sus vestiduras al notar lo que avizoran, sin
aceptar ni comprender qué,
lo que ya ven es el techo de unos hechos sin reversa ni
solución,
pues nadie puede devolver lo que está ya extinto, muerto y
contaminado,
y que el tiempo no se detiene ni siquiera en nuestro cosmos,
mucho menos cuando, y donde, su espacio ha sido arrasado,
y en donde la vida en general solo es otra partícula más de
un universo descontrolado
por unas fuerzas que no están bajo el control de nuestras
manos.
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