EL DÍA QUE ESCUCHÉ AL ÚLTIMO ÁRBOL DE
UN CAÑAL
Cierto día, caminando por un
campo asolado por un gran cultivo de caña,
me tope con un único árbol
en kilómetros a la redonda,
quien solitario daba
sombra en un extremo del cañal,
y aunque aún hoy no creo
que haya podido ser real, mentalmente me habló.
Ustedes los humanos ya no pueden
razonar ni tampoco saben esperar, dijo,
la riqueza material y el albur
del dinero los ha hecho un ser letal,
y el egoísmo, la usura y
la avaricia los ha vuelto más mortal,
nos podan, nos talan, nos
arrasan por querernos transformar en objetos,
o en basura, o en
sustancias que les den placer y hogar,
sin que capten ni se
enteren que lo están haciendo mal.
No han querido, o no han podido,
comprender que somos los únicos seres vivos,
sobre todo este planeta, donde
podemos y sabemos respirar el veneno
que ustedes y otros seres expelen
y generan,
convirtiéndolo en oxígeno,
en vapor húmedo, en nubes, agua y mucho más,
rematando, y al hacerlo se
condenan con nosotros, y los hace irracional,
son mucho peor que las
plagas y enfermedades, que nos acosan por millares.
Cuando pensaba que todo
aquello era una locura pasajera,
o que quizás soñaba
estando despierto,
aparecieron varios hombres
armados, con guadañas y motosierras,
haciéndome salir de aquel
terreno, pues pertenecía a un ingenio poderoso,
entonces, ya alejándome, alcancé
a escuchar los gritos de pánico y dolor
que aquel árbol producía
mientras lo cortaban en pedazos.
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