PARA
LOS MERCADERES DE CONCIENCIAS Y DE CIENCIAS
Impregnándose de decencia e inocencia con sus delirios de
grandeza, muchos hombres y mujeres pierden fácilmente la cabeza, hasta el
extremo que se creen sus torpezas, matizándolas de destrezas.
Muchos de ellos, hasta hoy, han podido destacarse en sus vidas personales, elaborando y maquillando unos caparazones invisibles y mentales, con los que luego se permiten justificar sus violaciones a los derechos de los demás, protegiéndose igualmente con ellos de los conceptos correctos de los otros.
Desgraciada y lentamente, y valiéndose de mil formas legales e ilegales, son esos pocos los mismos que han ido creando ésta otra especie de humanidad, la conformada por rebaños de insensibles e indolentes, inclementemente dementes, pero a la vez avariciosos, vanidosos y superficiales.
Siendo la misma especie que ha optado por el horror de extraer un trozo de oro, o de cualquier otro metal, para guardarlo y acumularlo de manera individual, destrozando todo alrededor; prefiriendo esto, al honor general de una vida mejor, y aunque son solo un pequeño reducto de insensatos tienen el poder suficiente para hacer valer su mal.
Por eso exhiben al mundo con orgullo sus proezas, invocando progreso y desarrollo cuando su realidad está representada en el irresponsable y actual daño ambiental, que han llevado hasta el extremo que puede llegar a ser mortal e irreparable, que es lo mismo que tenernos a todos a las puertas de un final.
Sin embargo, son tan locas e indecentes sus propuestas, que estas gentes, con el oro y su prepotencia, han logrado llegar hasta el presente punto, donde con la compra de conciencias corrompieron sin problemas la inocencia de unos hombres estudiosos, a los que ahora hacen llamar científicos eminentes, de unas pseudociencias con las que hoy logran avalar la maldición que es la extracción.
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De nuevo insisto en estos temas
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