SURFIANDO
EN TÍ
Cierto día, en algún lugar, doblando una esquina, sentí que
se abría un mundo nuevo y raro para mí, pero luego descubrí que era un remedo
del que en sueños había visto.
En él, saltabas y cantabas a mi lado mientras caminábamos felices desandando los pasos que nos habían llevado, a los dos, hasta lo que ahora somos.
Cuando llegamos al comienzo del principio, o sea tú a un ovulo y yo un esperma que navegaba en el caldo primordial de una vagina, la de mi madre enardecida por la rabia y los deseos de ese preciso momento de pasión; la visión del sueño tomó otro cariz pues una fuerza misteriosa, manchada de un color difuso, emergió de la nada para darle sentido a lo que no había nacido todavía.
Fue cuando creí despertar de ese sueño extraño que iba caminando por una calle igual de extraña y ancha, donde una muchedumbre de seres invisibles para los demás, me esperaban vitoreando tu nombre, para luego levantarme en hombros y subirme a la cresta de una ola, en la que vivo desde entonces.
Por eso, desde ese día, todos los días, disfruto como si fuera el mejor surfista en una ola que siempre está presta a romper en una playa acogedora y única, donde me aguardas con el tibio regazo de tu amor.
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