miércoles, 1 de febrero de 2017

ESTAMOS INMERSOS EN UN JUEGO

ESTAMOS INMERSOS EN UN JUEGO


Como cualquier individuo de una sociedad desunida, por no decir inexistente, y me refiero aquí a la colombiana que es donde vivo, nos hemos convertido en simples espectadores de los asaltos permanentes a los que son sometidos nuestros escasos recursos económicos, ganados con esfuerzo y con el sudor del trabajo; aunque debo admitir que no tenemos la exclusividad en este tipo de comportamiento en el mundo, sí creo que somos una de las sociedades más pasivas al respecto y de las que más nos dejamos meter los dedos en la boca sin chistar; y es que debemos admitir que aquí los ciudadanos nos hemos convertido en un botín para ser asaltado cuantas veces quieran los bandidos, sean estos simples rateros callejeros o cacos refinados disfrazados de políticos honestos, o cualquiera otro que tenga la capacidad de robar sin que le mortifique la conciencia.
Por eso por años, como individuos, llevamos escuchando del robo permanente a los erarios públicos sin que ello genere alguna reacción social y sin que ninguna de las dependencias o instituciones, creadas para evitar este desangre, hagan algo diferente a aparentar hacer exhaustivas investigaciones, donde podemos señalar como participes de este juego a las distintas ramas de la justicia, con todas sus innumerables dependencias y sus miles de funcionarios, por ejemplo las altas cortes, los supremos tribunales, los jueces, los inspectores, los fiscales, las policías y los ejércitos con sus innumerables castas de generales o de capitanes, o las contralorías, las procuradurías, las personerías, y cuanta instancia han podido crear para embobar a los ciudadanos, pues mientras creemos que algo se está haciendo, a la vez ellos puedan seguir robando.
Siendo uno de los países más corruptos e inequitativos de la tierra, aquí en Colombia las ilegalidades y las injusticias han tomado tintes de ingenio, tanto que dan alcurnia, al extremo que nos hemos acostumbrado a coexistir con el delito y los delincuentes, a muchos de los cuales los hemos dignificado y premiado con los más altos cargos públicos, normalizando y aceptando sin protestar que las soluciones a nuestros problemas los resuelvan estas laxas clases dirigentes, no combatiendo la corrupción y el despilfarro pero sí creando impuestos para todo y por todo, inventándose altas penas de cárcel para los bobos y los lobos solitarios pero al mismo tiempo con exenciones para los de plata, construyendo carreteras fantasmas mientras van creando por doquier peajes en las pocas carreteras cuasi-destruidas por la falta de inversión, al igual que se inventan cientos de instituciones con miles de dependencias para controlar el desfalco sin que existan hasta ahora resultados concretos.          
Mientras creamos que este juego es el escenario correcto no hay nada que hacer.

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