LO QUE ANDA ENTRE LA MIEL NO NECESARIAMENTE
ES UNA ABEJA
En nuestro país existe un
infinito recetario de refranes, siendo muchos de ellos usados y aplicables para
todo tipo de circunstancias y momentos, habiendo uno muy pertinente traer a colación,
y es aquel que dice que: “aquel quien anda entre la miel, algo se le pega”,
pues con él podemos demostrar los efectos e influencias que ha tenido, sobre la
sociedad y el individuo, la cultura de la ilegalidad, la cual se ha logrado
imponer sobre la mayoría, popularmente denominada “cultura traqueta”, término algo
despectivo ya que tiene referencia al sonido que hace una ametralladora en
función, herramienta de uso cotidiano de los sicarios, delincuentes y hampones,
personajes siniestros que son utilizados por los poderosos, ya sean éstos del
mundo legal o del submundo delincuencial, para hacer valer e imponer sus intereses
y sus condiciones.
Los ciudadanos de
Colombia, todos, estamos encasillados en una tabla de clases sociales,
estratificadas en seis niveles, resignados por ellas a ser clasificados,
utilizados y mangoneados, mucho más hoy, a raíz de los difíciles actuales
momentos, a través de una declaratoria de pandemia mundial, con lo que estamos
permitiendo ser llevados hasta un conjunto de medidas de manejo, control y
manipulación social, para que a partir, y por medio de ellas, nos estemos
viendo abocados y enfrentados a un asalto económico, político, ético y moral,
de dimensiones terribles y desproporcionadas, pues ante unas particularidades
sociales, de salud pública, pérdidas de empleos, restricciones laborales y de
disminución de los ingresos familiares, estemos siendo sometidos a todo tipo de
vejámenes y de perversidades, entre éstas variadas necesidades sociales, de las
cuales todos nos quieren sacar partido. Desde esta situación, y de entre estos irregulares
manejos, saltan a la palestra otros tipos de refranes, como aquel que señala
que “al caído hay que caerle”, o aquel otro que menciona “del árbol caído todos
hacen leña” , para tratar de demostrar la indecencia de toda una sociedad en
general, acostumbrada a ser insolidaria, indiferente y hasta indolente con el
dolor y las penurias ajenas, al estarlo sintiendo y viviendo en carne propia, al
ver cómo desde el simple tendero hasta el sistema financiero tratan de sacar
provecho de quienes están padeciendo alguna forma de fatalidad, poniendo en
evidencia el bajo nivel de decencia y de moral que se practica en nuestro país,
demostrándose por qué los modelos antisociales, narcotraficantes y
delincuenciales hacen fácilmente carrera entre nosotros, a la vez resaltando
entre muchos de los responsables del poder y de la administración pública.
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