UNA
NATURALEZA MUERTA ES LA OBRA MÁS COSTOSA DE NUESTRO ARTE
Nos hemos ido transformando en una especie acostumbrada a
vagar sin un rumbo fijo sobre un planeta derruido,
aceptando mansamente ser simples seres perdidos entre la
jungla de unos sueños confusos para todos,
en cuanto ellos son hoy la pesadilla que se impone, asusta
y acongoja a las mayorías,
quienes tristemente descubren, y se topan, que no existe
nada distinto a una terrible realidad,
intentando entonces encontrar, a pesar de ella, un futuro
de esperanzas,
pero que desgraciadamente termina siendo un falso sueño, porque
la erosiona,
y las convierte, obligatoriamente, en el desierto del
infierno donde vivirán sus descendencias.
Abocados a evocar constantemente el pasado, creemos que
soñando en él resolvemos el presente,
sin tener presente en nuestras mentes que las
consecuencias de nuestras acciones
son finalmente las herramientas con que se destrozan los
paisajes de los espejismos que teníamos en el horizonte,
no queriendo detener el ritmo que llevamos, simplemente nos
hemos conformado con quejarnos,
y pedirles, a los dioses que inventamos, que nos protejan
de nuestros propios actos.
Sobre esta realidad se construyen pueblos y ciudades,
cimentadas en los huesos y en la sangre de una naturaleza muerta,
la cual a duras penas a quedado grabada y pintada en cuadros
y murales, que son las obras de arte de la insensatez humana,
que ahora compran en millones, y consumen como moda, los
grandes responsables del destrozo planetario,
quienes han logrado sus fortunas sobre su cadáver.
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