SOMOS SEPULTUREROS Y NO
COSTUREROS
El cable conductor de
la evolución siempre ha estado enredado en la madeja del tiempo,
y en él, el espacio
que soporta al rollo, donde se envuelve el hilo de cada especie,
ensancha su volumen, y
altera a la materia, que, aunque no se crea,
ni tampoco se destruya,
se va transformando en las fuerzas que componen a la naturaleza,
pero existe un ser que
considera ser el único que puede sorprender al tiempo y al espacio,
direccionando al cordel
evolutivo, para intentar coser con él el tejido de una historia nueva,
sobre un planeta, que,
desde que está en sus manos, se ha estado deshilachando sin parar.
Siendo el ser humano
ese ser, y ha pretendido comprender lo que ni el universo puede ver,
hilando tan delgado,
la tela que cubre el destino de la vida terrenal,
que está rasgando su
tejido, rompiendo el equilibrio de los fundamentos naturales,
fuente de la que
manan los conceptos individuales, para luego cada ser creerse ser especial,
actuando como rueda
suelta en la rueca del telar que teje los principios universales,
sometiéndose a sí
mismo a un sacrificio innecesario, pues desde que apareció,
ha debido asumir el
papel del costurero, el de la colcha que cubriera y protegiera la vida en la
Tierra,
y no el de su
sepulturero, como hoy funge sin problema y sin dilemas.
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