DÍAS SIN TIEMPO NI CONCIENCIA
Desde cuando
descubrimos la magnitud del tiempo,
viendo al
orto del sol descender hacia el ocaso,
aprendimos a
medir el día, por tanto, a programar la vida,
que ahora gira
alrededor de todo tipo de aparatos,
ubicándolos por
todas partes, y con toda clase de modelos,
que hoy los tenemos
en las torres de los templos,
o sobre las grandes
moles de concreto,
igual en las
muñecas de nuestros brazos, o en los tableros de los coches,
como también
en los mal llamados teléfonos inteligentes.
Entonces, todos
estos aditamentos nos han venido marcando
lo que supuestamente
no podemos, ni sabemos hacer,
o sea, escalar
en nuestras mentes una sumatoria constante de segundos,
paralelamente
transformando nuestras vidas en relojes biológicos,
hasta atómicos
y moleculares,
que nos
condenan a someternos, a destiempo,
a una cadena
eterna de sucesos,
donde el
espacio de nuestras existencias individuales comprime
lo
que como especie en general no queremos hacer ni realizar.
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