COLOMBIA ES CLARAMENTE UNA SOCIEDAD
MAFIOSA
No sé qué tanto, ni cuantas
más evidencias se requieran, para que en Colombia se tome conciencia que hemos
caído demasiado bajo como sociedad, cuando llevamos tanto tiempo permitiendo mantenernos
en manos de una clase dirigencial falsa, inmoral y deshonesta, quienes vienen actuando así
desde la propia particularidad y privacidad de sus empresas, pero lo que lo
hace todavía más grave, es que también vienen, a la par, cooptando todas las
instituciones del Estado desmontando sus funciones y derechos, es por esto que es
importante visibilizar, ante el mundo, esta crítica situación, y al mismo
tiempo, hacer referencia a hechos que cada vez se está volviendo mucho más claros
y permanentes, puesto que están ocurriendo en todas las esferas que hacen mover
y funcionar a un país, ya sea en la parte económica, cultural, política,
social, educativa, religiosa, militar, y en todas aquellas que sirven para
organizar cualquier sociedad humana,
pero que aquí, son irregulares y anómalas, por los altísimos niveles de
corrupción que se estila utilizar en todos estos ámbitos de los organigramas
sociales y públicos, que desgraciadamente entre nosotros están siendo maquillados
de una pasmosa cotidianidad, hasta el extremo que se han normalizado en todos
los estratos de nuestra inequitativa sociedad, convirtiendo todo tipo de
delitos e injusticias, un estilo de vida, por eso es muy fácil encontrarnos ante
engaños, trampas, mentiras, hipocresías, contrabandos, narcotráfico, violencia, sicariato, asesinatos,
usuras, robos, raponeos, sobrecostos, chanchullos,
falsificaciones, y aquí me podría quedar enumerando un larguísimo listado de malas
conductas, hábitos y costumbres, cómo formas que se han vuelto, entre nosotros,
naturales para sobrevivir con ellas, y hasta de ganarse legalmente, a partir de
ellas, los recursos necesarios para tener una buena vida.
Todos estos son sucesos
que en otras partes del mundo harían a sus sociedades civiles reaccionar y
protestar de manera monolítica y airada, y hasta con cierto grado de violencia,
en contra de tanta inmoralidad y corrupción social, sea pública o privada, pero
que aquí, en cambio, no pasan de ser hechos y noticias fortuitas y sin importancia,
hasta sin implicaciones de ninguna gravedad ética, dando a entender, en toda la
pirámide poblacional, que son comportamientos validos y legales, además qué, al
mismo tiempo, están enviando el mensaje que es un tonto quien no los aplica,
utiliza ni hace uso, generando el caos moral en el que nos encontramos.
Se vuelve entonces perentorio,
y necesario, que la comunidad internacional haga una nítida lectura de lo que
nos está ocurriendo, por más apariencias de ser un país de índole democrática, con
un sistema capitalista, donde se cree que predomina la libertad de expresión y el
de la libre empresa, para que reaccione de una manera parecida a como viene actuando
en contra de los gobiernos que considera antidemocráticos, represivos, ineptos
y hasta como regímenes comunistas; dejando de minimizar, y de soslayar, que en
Colombia se ha radicado un gobierno con carácter mafioso, socialmente
disfuncional, pues es bien sabido que en este tipo de filosofías del mal el
bien común no tiene cabida ni importancia, y al igual que los gobiernos que la
sociedad occidental repele por represivos e injustos, nuestro país maneja
niveles de inequidad hasta extremos inhumanos, eliminando cotidianamente
contradictores y a líderes sociales que reclaman beneficios para sus
comunidades, mientras que paralelamente la población menos afortunada pasa
ingentes necesidades, permanece laboralmente en la informalidad, donde los
bienes públicos y el erario son acumulados y amasados por esa élite social y
políticamente abusiva, restringiendo, cada vez más, las libertades de expresión
y de movilidad.
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