viernes, 17 de abril de 2020

DE CÓMO HEMOS DEJADO LICUIFICAR LA ESPERANZA


DE CÓMO HEMOS DEJADO LICUIFICAR LA ESPERANZA

Convencida de no tener esperanzas, la humanidad ha terminado por declinar
pelear las ilusiones de una vida mejor, lo que necesariamente ha implicado renunciar
a la justicia y a la equidad social, convirtiendo a este mundo en un circo,
donde cada quien, en la arena liquida de sus vidas personales,
luchan sólo por alcanzar su propia idea de lo que es el bienestar.

Los jefes de los gobiernos, locales o nacionales,
sean reyes, presidentes, alcaldes, ministros o gobernadores,
actúan todos como intocables emperadores,
alzando sus dedos pulgares a quienes consideran los ganadores de sus favores,
o apuntándolos hacia abajo para quienes determinan como perdedores,
generando un estado de confusión generalizado, pues quienes creen ganar
piensan que es normal, y quienes pierden también, creen que es lo natural.

Con esas fieras luchas, intestinas y personalizadas,
se ha podido arraigar unas creencias deshumanizadas,
unas que imponen políticas desnaturalizadas, con las que habitantes de cualquier lugar,
creen solventar normales formas de vida, aunque luego tengan que pasar
por encima de los cuerpos de mendigos, o ya cadáveres,
al fin de cuentas, solo hacen lo normal sobre un planeta antinatural,
donde las sociedades están convencidas, y condicionadas,
por unos gobiernos individualistas, indiferentes e infames,
con la suerte que corramos todos, incluso ellos, con su estulticia ética y mental.  
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