ANTE UN PLANETA SIN EL ATLAS QUE
LE AYUDE A SOSTENERSE
Cargando a toda la
humanidad en sus espaldas, la Tierra con esfuerzo se doblega
ante el descomunal sobrepeso,
el cual se ha multiplicado
sin control sobre su piel reseca,
además, el Atlas que
supuestamente le ayudaba a sostener semejante peso,
ha muerto
silenciosamente, aplastado por la carga atómica de una especie
sin la fuerza
suficiente para crear la reacción nuclear que la salve de sí misma.
Peleándole, a la
muerte que la acecha, un poco de más tiempo,
intenta despertar en esa
humanidad indolente un lapso de conciencia,
por los actos que la
hieren y la desmiembran,
sin recibir señales
de unos cambios que le ayuden a soportar la agonía que padece.
Resignada, está
entregando sus últimos alientos, reverdeciendo las escasas florestas
que aún le quedan en
las espaldas descarnadas por seres ansiosos de riquezas materiales,
tratando de esconder,
en el oro y en las piedras preciosas que le extraen de sus carnes,
la sangre con la cual
da las postreras bocanadas de un aire contaminado de humanos,
con el que intenta
vomitarse sobre ellos, a ver si le permiten vivir un poco más de tiempo.
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