SOMOS ICONOS DE UNA BESTIALIDAD
Cual esfinges o centauros
al revés,
o sea, lo animal
arriba y lo humano a los pies,
y con movimientos centellantes,
pero a la vez desconcertantes,
venimos, los seres
humanos,
transformándonos en
los iconos de la destrucción,
al comportarnos como
las salvajes, briosas o nobles bestias,
conduciendo al
planeta hacia el abismo que ya se vislumbraba
desde el mismo momento
que en la Tierra se optó
por aceptar la
sobrepoblación como designio de un dios,
y utilizando la
sobreexplotación de los recursos naturales
como el sistema y modelo
de una torpe revolución,
para con ella sustentar
una errónea ilusión
de un progreso que
desarrolla una segura extinción.
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