No hay nada más ficticio que la propia realidad,
al punto que se puede fácilmente manipular y maquillar,
logrando que los seres sean llevados a los extremos de engañar y hasta matar.
Así se edifican monumentos fabulosos en honor de viles asesinos,
se diseñan aparatos portentosos sin ninguna razón, motivo ni sentido,
se construyen ciudades gigantescas para en ellas encerrar a las personas,
destruyendo al medio ambiente supuestamente en favor de los que viven en él,
se trazan y se elaboran carreteras para que todo el mundo viaje por ellas pero nadie llegue hasta ningún lugar.
Con el correr del tiempo se hace cada vez más fácil imitar la irrealidad,
y así engañar los sentidos de toda sociedad,
quienes se han creído la mentira a la que los han llevado y en la que están,
transformando al mundo en el engaño que expandemos sin control, remordimiento ni ninguna claridad
de porqué lo hacemos, sólo sabiendo que nos gusta lo que vemos,
aunque sea la antesala del infierno.
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