EN
LOS SOCAVONES DE LA MISERIA HUMANA
En crepúsculos sanguinolentos, se opacan los atardeceres de
una Tierra destruida, en la que después de duras jornadas arañando al suelo, se
observa a unos seres humanos sucios regresando, con las manos vacías, en largas
filas, silenciosos, a sus espacios personales.
Una desolación sistémica cobija aquellas comarcas, ya que un aire de pesar y de miseria acongoja a las personas, haciéndolas parecer momias vivientes puesto que en sus mentes son seres que aún conservan a un Dios y a los paisajes de una exuberancia perdida en un mundo donde tampoco eran felices.
Así parece qué esos seres nunca tendrán sosiego en sus encierros, ni descanso en sus entierros, pues cuando la oscuridad captura el último rincón de esta Tierra maltratada, son incubados sus males en la torpe realidad que los asfixia, quedando todas las conciencias en blanco, no dispuestas a pensar en nada distinto qué en sus miserias, sin que quieran analizar otra situación en la que, si así siguen actuando, nunca encontraran una solución real de sus problemas.
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