LA MAGNITUD DEL TIEMPO ENTRE LA
BANALIDAD DEL MAL
Solo basta que el
tiempo roce la materia para descomponerla,
corrompiéndola y
corroyéndola, transformándola en materia oscura,
putrefacta y
hedionda, cualquier tipo que ella sea,
dando lugar a
procesos insalvables, indetenibles y para muchos inentendibles.
Bajo estos parámetros
es fácil comprender que la energía que contiene la materia
es un desarrollo
natural de reacciones soberanas, sin embargo,
en el universo humano
se encuentran, a cada vuelta de una esquina del espacio erosionado,
profetas, magos, mesías
y mentirosos de todo calibre,
ofreciendo riquezas
impalpables y una eternidad inexistente,
a seres que insoslayablemente se atemorizan
con la realidad,
banalizándolos a
través de la fe que se requiere para no creer en la verdad.
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