LA VIOLENCIA ES A DURAS PENAS UN ABORTIVO DE NUESTRA HISTORIA
Decía Marx que la
violencia es la partera de la historia, pero hoy tenemos más que evidencias para
poder sostener y asegurar que es más bien el abortivo de la misma, pues muchos
de sus efectos, sobre las sociedades que sufren y padecen de manera constante la
violencia, hacen de sí misma parte de las razones que la generan y la mantienen
en el tiempo, ya que termina siendo uno los motivos y las justificaciones que
esgrimen las elites locales para no realizar los cambios sociales, y también la
convierten en la herramienta que esas mismas elites utilizan como autodefensa y
protección ante quienes creen que en los actos violentos están las únicas formas
de atacar los problemas de las inequidades y de las injusticias sociales, pasándose
por encima de la resistencia civil y democrática que ejercen muchos pueblos.
Colombia es el ejemplo más
que claro de esta premisa, en donde gran cantidad de grupos violentos, ya sean de
origen guerrillero o paramilitar, se han creado buscando influir y combatir
injusticias, pero en donde sus acciones se han encargado de producir los
efectos contrarios a los objetivos buscados. Para desgracia del país, hemos
contado, en nuestra corta historia como nación, con movimientos políticos de
toda índole, unos con ideas comunistas o socialistas, denominados supuestamente
de izquierda, que recurrieron a integrar y formar grupos de ataque directo
contra las injusticias de esas élites, señalados y conocidos como guerrillas,
que al final produjeron, con la violencia desplegada, el efecto social contrario al que supuestamente buscaban, dejando
al final, después de tanta violencia utilizada, la sensación y la impresión que
lo hicieron y lo hacen buscando mantener el statu quo imperante, a la vez que
provocan la exacerbación de las instituciones del Estado, que salieron y salen en
defensa de esas élites sociales; algo similar, aunque desde el otro espectro
social, es la reacción que han generado las acciones de los paramilitares, creados
y originados por esas élites, ya sean éstas las tradicionales y aristocráticas,
las emergentes, o aquellas que surgen a partir del narcotráfico y de los negocios
ilegales, mal llamados y denominados de derecha, que actúan con su sevicia y
violencia sobre la parte mas vulnerable de la sociedad civil, que son los invisibles
y desfavorecidos del desarrollo, quienes por una parte terminan viviendo en las
zonas abandonadas y más apartadas del progreso social, sean estos los cordones
de miseria que crecen en las periferias de las grandes ciudades, o en las
selvas y bosques de los baldíos de la nación, buscando allí las oportunidades
que no les brinda un sistema económico injusto, y por lo general concentrado en
las manos de esos pocos, reconocidos como esas elites.
Es un circulo vicioso que
se ha sostenido por la ignorancia, la indolencia y la falta de unión y de
educación democrática de las sociedades que las padecen, manteniéndose en el
tiempo entre la humanidad, y por lo tanto marcando la historia de ciertas
regiones del planeta, como en el caso específico de Colombia.
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