SOMOS UNA ESPECIE EN RIGOR
MORTIS
Con el vientre
abierto, igualmente con las tripas henchidas de malos olores,
desparramadas por
el suelo, acompañadas de un mortal hedor,
contaminando al mismo
tiempo el espacio alrededor de su cuerpo mal herido,
así la humanidad aún
pretende levantarse y resurgir de su agónica muerte,
decretada desde
mucho antes por sus acciones delirantes,
y en pleno proceso
de descomposición de los órganos que la componen,
sin querer ni
pretender comprender que han sido sus rutinas
las causantes de su
actual situación, con las consecuencias ya bastante conocidas,
donde cada
individuo las sufre y las replica sobre sus propios cuerpos,
extendiendo el deterioro
de la vida en general
hasta los lugares
más inalcanzables de sus particulares conciencias.
Son muy pocos los
que son conscientes de esta cruda y patética condición humana,
y aunque intentan comunicársela
a los demás, para que la visibilicen,
reciben la más gigantesca
indiferencia, exteriorizada con indolencia,
generándose en las
generaciones siguientes una sensación de normalidad ambiental,
que la propia
muerte, igual su putrefacción, han sido naturalizadas durante el tiempo
que ocupan en el espacio
asignado, en espera del final designado,
sin ningún tipo de afanes
distintos de creer
en que sólo los
dioses podrán modificar sus destinos.
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