ATRAPADOS Y SIN SALIDAS
Las malas decisiones siempre tienen implícita una trampa,
atrapando de por vida a quienes las toman,
aunque no todas sean mortales, sí son como una cárcel sin
ventanas,
donde te encierras sin poder ver, con esperanza,
los cambios que se producen con el sol de cada nuevo
amanecer.
Como humanos, aunque seamos ricos, pobres, inteligentes o
ignorantes,
nos hemos acostumbrado a tomarlas frecuentemente,
aprendiendo a soportar las penas que nos provocan,
por lo mismo, a resignarnos a convivir con sus secuelas,
no importando las consecuencias que nos imponen.
Hay todo tipo de malas decisiones, pequeñas o grandes,
leves o mortales,
imprevistas o analizadas, individuales o generales, egoístas
o altruistas,
capitalistas o comunistas, interesantes o aburridas,
pero todas ellas llevan una marca, la del tiempo,
pues éste aguarda con paciencia el instante preciso
para hacer valer en él los efectos que conllevan,
sin que le importe un rábano el momento que vivas,
ya sea que estés sintiendo plena felicidad o en total
tristeza,
porque los resultados siempre serán los mismos,
ya que nunca ninguna mala decisión traerá una buena
solución.
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