LOS ESTADOS DE BIENESTAR TIENEN QUE
RENACER
Aunque personalmente considero qué, detrás de las decisiones políticas que se han tomado, a raíz de la declaratoria de Pandemia mundial por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ante la aparición en el planeta de un nuevo y virulento virus, detrás de ellas existen otros tipos de intereses, poco claros y confusos, con los que, en mi humilde opinión, se están intentando obtener unos mayores controles sobre el individuo como tal, no solo en Colombia, sino en la mayoría de países del mundo entero, sobre todo en aquellos que están siendo gobernados en base del capitalismo, más que todo del salvaje e inhumano, como si fuera éste el sistema ideal de desarrollo, y con la iniciativa privada como el mejor modelo a seguir, confiados a su vez en la existencia de una ética universal e individual de quienes ostentan ese poder económico y social, y a la par creyendo, con una férrea fe, en que los seres humanos son buenos de por sí, cuando paralelamente el planeta se está enfrentando a otros problemas más graves, y con consecuencias mucho más mortales, como es el hambre en sí, la cual, en el mismo lapso de tiempo en que ha transcurrido la supuesta pandemia, ha visto morir a un número de seres humanos mayor de veinte veces más que las personas muertas por la denominada pandemia, sin que por ello se declare una emergencia mundial, y sin que se considere a la inequidad social una pandemia moral.
Sin embargo, las
consecuencias provocadas por la misma emergencia, ante un problema netamente de
salud pública, y las posibles soluciones económicas y sociales tomadas para la
implementación de los paliativos para enfrentarla, han dado pie a visibilizar la
gran importancia que tienen los Estados como tales, con sus diferentes
instituciones, para que suceda la irrigación del bienestar sobre la población
en general, instituciones que desgraciadamente y desde hace tiempo, vienen siendo
atacadas, desmontadas y transformadas sus funciones, con el peregrino argumento
de estarse viendo sometidas a la corrupción de los distintos movimientos y
partidos políticos locales, a través de los funcionarios públicos que llegan a los
cargos de administración, lo que, aunque en parte sea verdad, no es el
verdadero trasfondo de la realidad, ya que, desde que apareció en la escena política
del mundo el Neoliberalismo, como la mágica solución a los manejos económicos de
los Estados, arguyendo que eran las leyes de los mercados las encargadas de determinar
los manejos y las responsabilidades sociales, con sus propios medios de
control, se ha podido demostrar que la fuente de la corrupción está en la misma iniciativa privada
sin tener el control de unas fuertes instituciones del Estado.
Después de las
consecuencias vividas en el siglo pasado, tras las experiencias de dos guerras mundiales, y a raíz de la creación
de las Naciones Unidas como un organismo mundial de control global, la humanidad
se concentró en desarrollar, y en crear, gobiernos más justos y equitativos, buscando
generar un estado de bienestar social,
con los Estados con derechos como guías, los mismos que el Neoliberalismo desde entonces viene tratando
de eliminar, creando falsos sofismas filosóficos, y errados dilemas morales,
que han terminado produciendo errores mortales en las sociedades que han caído
en ellos, aceptando como verdaderos unos cantos de sirenas, que han permitido
privatizar la mayoría de sus funciones sociales, entre las que se encuentran la
prestación de todo tipo de servicios
públicos, entre los que se encuentran la prestación de los servicios de energía
eléctrica, de agua potable, alcantarillado público, educación y salud pública, servicio
de transporte municipal, redes de infraestructura nacional (carreteras,
puentes, túneles, hidroeléctricas, redes de trasmisión, etc.) convirtiéndolos todos
desde entonces en negocios privados y desalmados, solo fundamentados e interesados
en generar y en obtener ganancias desbordadas, sometiendo con ese proceder a
sus habitantes a tarifas y a impuestos onerosos, sin considerar que entre las responsabilidades
estatales está el tener o poder subsidiar esas tarifas, mucho más en países
donde la mayoría de sus habitantes no tienen aseguradas unas fuentes de trabajo
digno ni unos ingresos justos y permanentes, como es el caso específico de
Colombia, con más de la mitad de su población sobreviviendo a partir de
trabajos informales.
De allí se desprende que
los fundamentos de un verdadero Estado, legal y justo, y con él el de los
buenos gobiernos, están en lograr que las utilidades de sus riquezas naturales lleguen
de manera equitativa a todos los rincones de su territorio, y a la vez que cubran
y beneficien a todos sus habitantes, cualquier otro tipo de manejo es empoderar
la injusticia social.
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