RUIDOS SIN SONIDOS Y RIQUEZAS SIN
VALOR
El zumbido de las
abejas, se hace ahora más fuerte en los recuerdos,
porque se está
haciendo débil en la dura y cruda realidad,
sobre un mundo que
viene siendo azotado por la incomprensión de una sola especie,
aquella que desprecia
el valor de todo lo alcanzado por la evolución, la humana,
la única con la
supuesta capacidad de comprender, recapacitar y analizar,
pero también la única
con la certeza en desconocer
la amalgama de
engranajes que la unen a todas las demás.
Igual está ocurriendo
con los rugidos de las fieras, en las junglas y en las selvas,
apenas persisten en
las cintas que grabaron sus sonidos,
como igual sucede con
los trinos de los pájaros, los cantos de las ballenas
o con los aullidos de
los lobos, los chacales y los zorros,
todos ellos desapareciendo
de los mares, valles y montañas
en un planeta avasallado
y erosionado ante la avaricia que exhibe esa sola especie,
desesperada y agobiada
por una sed de riquezas sin valor,
indiferente de su importancia
e ignorante de su rol.
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