ENTRE BESTIAS, PATRAÑAS E HIPOCRESÍAS
En este planeta no existe
una mayor bestia que el ser humano,
quien al igual que el peor
carnívoro, con su boca aun goteándole la sangre,
y con los ojos rojos, brillantes
por la emoción, se sacia de pasión,
al saber que sus presas se
defecan y orinan por el terror que sienten,
cuando los persigue buscando
darles el golpe final y fatal.
Después de hacerlo, en un
acto de máxima hipocresía,
devoto y lleno de arrepentimiento,
se persigna y reza al dios que creó,
pidiéndole el perdón que
no le dio a quienes violo y mató con sevicia y rencor.
Es tan grande la patraña
que se ha inventado,
que entregó cargos de superioridad
y responsabilidad,
otorgando niveles de impunidad
a los seres más malvados de su comunidad,
y que sean ellos quienes le
den la absolución por sus violentas acciones,
cuando actúa en contra de
las presas seleccionadas,
y cuando cae en su mortal paroxismo
incontrolable.
Luego, aparentando una
supuesta serenidad,
que le da ese falso arrepentimiento,
y sintiéndose humilde y en paz,
empieza otra vez a buscar
los motivos que lo llenen de odio,
para atacar de nuevo a
quienes se atraviesan en su camino,
recorriendo entonces sigiloso
los destinos de otros,
buscando en ellos presas
sin rostro ni objetivos.
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