EL
PODER DE UNA FIERA RADICA EN EL MIEDO DE SUS PRESAS
Como fieras asesinas, que requieren víctimas para saciar
sus deseos de sangre,
hay muchos seres humanos que recorren los caminos al acecho
de ellas,
van éstos restregando y afilando contra el suelo sus garras cuando buscan
y también gruñendo hacia el cielo para que aparezcan éstas mientras huyen.
En torno a ellos se crea entonces una atmósfera cargada de
miedo,
donde el tiempo pierde el ritmo y el espacio cumple un único
objetivo,
y es qué en la confusión de un caos invisible el sigilo de
sus pasos no se note,
para poder por ello saltar sobre el cuello de las piezas
que ansiosas esperaban.
Temerosa, la humanidad entera termina aceptando esta cruda
realidad,
pues considera que no puede hacer nada diferente para
cambiarla,
así es que cada quien, de manera individual, solo espera no
ser la siguiente presa,
mientras miran en silencio como estas fieras destrozan al
vecino que cayó entre sus fauces.
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