EN
LA ISLA SOLITARIA
Cuando los últimos humanos, habitantes de una isla solitaria,
desfogaron el último golpe al tronco del último árbol, y recibieron por ello
los últimos beneficios por el mal uso de sus ramas, comprendieron de inmediato
que todo había cambiado para siempre, pues desde ese momento vivirían sin el consuelo
de su sombra, y sin la presencia del último ser con capacidad para generar
vida.
Pues, aunque esos seres se siguieron multiplicando
como una plaga, en esa isla, con este hecho, se presentó un suceso
extraordinario, ya que, lo que parecía ser un acto fuente de vida permanente,
se convirtió, con el paso del tiempo, en objetivo de la muerte.
Ahora, a esos seres, creyendo que todo volverá a la
normalidad, se les ve rezando en procesiones deprimentes alrededor de la solitaria
isla, anhelando que todo vuelva a cambiar, pero no por el esfuerzo de tener que
cambiar, sino por el milagro del dios que se inventaron, al que le rezan sin
descanso, solicitándole la protección que perdieron y la prosperidad que
destruyeron.
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