LA HORMA, LA NORMA Y LA FORMA DE UNA
INCONSECUENCIA
Los árboles moribundos están
ensombreciendo al mundo,
que mudo y resignado acepta
esta dura y cruda realidad;
aunque sin movimientos, éstos
se mantienen erguidos y orgullosos,
aun comprendiendo los
motivos y las causas de su muerte cercana,
pero, aun así, necesitan
enseñarle a la torpe humanidad
los próximos efectos de su
ausencia acelerada.
Lentamente el aire se ha
ido enrareciendo,
y el oxígeno que ellos han
dejado de producir
se transforma en un potaje
toxico y peligroso,
muy difícil de oler y de aspirar,
pero que todos los animales,
sobre el planeta
silencioso, se han ido acostumbrando poco a poco a él,
a respirarlo en el fin de
un ciclo, que se les impregna a todos en la piel,
sin poder hacer conciencia
de estar viviendo cerca del final.
Aunque el ser humano es el
único culpable, no siente culpas por sus actos,
aunque el ser humano es el
único que puede cambiar esta tendencia,
no encuentra la horma, la
norma ni la forma de modificar su inconsecuencia,
aunque sepa que la solución
está en sus manos, sembrando semillas de antemano.
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