MORAL
Y ÉTICA PIRÉTICAS
Cierta noche de un extraño día, un hombre solitario y en la
pobreza más extrema, antes de buscar refugio bajo un puente oscuro y sucio, como
lo hacía siempre, ingresó en un templo majestuoso y frío.
Éste estaba iluminado, hasta el extremo de ofender, por el
brillo iridiscente que produce el boato del tachonado de oro y joyas preciosas con
que se cubren sus paredes, y en donde con humildad se arrodilló aquel, para
rezarle a un Dios, rogándole por riquezas.
Porque luego, sin comprender el absurdo del dilema moral,
en la ética existencial del mundo en el que está, asumía que en cada amanecer de
nuevo volvería a padecer sus dolencias y tristezas, por lo que debía también, de
nuevo, comenzar a recoger desechos de las calles que recorría, para convertirlos
en monedas, con las que pudiera subsistir, proporcionándole, aquellas, el
impulso vital para aguantar un día más.
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