UNAS PRÓXIMAS ELECCIONES CLAVES
La clave en las próximas elecciones colombianas no consistirá en convencer mentalidades mojigatas, porque ellas desde antaño están definidas por tendencias ideológicas decididas de antemano, sin requerir de ayudas o empujones, pues previamente ya van encausadas hacia tercios resueltos, divididos con precisión quirúrgica y ubicados en extremos o centros tradicionalmente determinados, por eso deben estar supeditadas en convencer a los no votantes, a los escépticos de la política como fórmula para lograr cambios de sistemas, modelos o rumbos políticos, económicos o sociales, o sea tiene que concentrarse y dedicarse a ese casi 30% del caudal electoral, correspondiente al porcentaje regular de abstencionistas durante cada uno de los anteriores procesos electorales, un número que puede ser superior a los 10 millones de votantes, porque según la Registraduría Nacional, para el 2026 estará alrededor de 38 millones de posibles votantes, lo qué en la tendencia conservadora significará redireccionar los pasos de la sociedad colombiana, insistiendo en que la sigan gobernando ellos, retornándoles las riendas del poder institucional del país, regresando y respaldando a los mismos personajes oriundos de clanes que desde la independencia republicana lo han venido haciendo por medio de la tradición católica preestablecida, con la idea de familias monoparentales patriarcales y a través del control de la propiedad en favor de unas élites por designio divino, o ahora último por motivo del arribismo social patrocinado y facilitado por el narcotráfico.
Por el lado del centrismo, o los también catalogados neutrales, con respecto al abanico de ideologías políticas, implica aplicar cual solución milagrosa un engrudo de variados ideales, que permitan mantener un rumbo incoloro e indoloro alrededor de los postulados capitalistas con cierto tinte social, o sea mantener privilegios individuales y hasta cierto nivel al status quo, pues en el fondo de sus convicciones consideran al socialismo un riesgo innecesario, incluso un peligro o afrenta contra la estratificación puesta desde hace tiempo en práctica, con la que se debe mantener invariable la pirámide social, en la que las clases trabajadoras deben seguir por un lado y los empresarios y los privilegiados yendo por otro, si mucho permitiendo un Estado social con derechos bajo control de los movimientos políticos, no cuestionando demasiado sus metodologías impositivas para que mantengan al engendro materializado por el capital vivito y coleando.
Quedando entonces pendiente el tercer camino, el socialista, al que algunos equiparan erradamente con el progresismo, incluso identifican con social democracia, o hasta con el liberalismo popular, siendo estas definiciones menos acentuadas casi melifluas de la verdadera tendencia, en cuanto el socialismo tiene en la justicia social y en la equidad la brújula del progreso colectivo, dándole al Estado un papel preponderante para regular a la economía y a los mismos individuos por medio de un capitalismo con total mando del Estado, con el que se permita y facilite el control de la sociedad sin permitir excesos ni desvaríos de los objetivos comunales. Teniendo que admitir que en esta apertura política, con el primer gobierno de avanzada social, se han cometido errores graves, pero que al insistir en sostener la tendencia social hay que irlos corrigiendo, con lo cual se llegará a puntos o puertos mejores, de allí surge la importancia de los convencimientos y de las seguridades generales sobre cuál tiene que ser el rumbo a definir para un país hasta hoy descuadernado por la inequidad social, por la politiquería y por el alto grado de impunidad de la justicia aplicando la ley.
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