LA VIOLENCIA CORROSIVA COMO ARMA POLÍTICA EN COLOMBIA
A raíz del asesinato diseñado, asignado y programado del joven político Miguel Uribe Turbay, actor lo más seguro inocente de la inmolación en la se iba a ver envuelto, por parte de una estructurada y oscura sociedad que dirige al país, buscando mantenerlo en medio de un estado caótico latente y permanente, trae implícita una demostración diáfana y palpable, para muchos una simple leyenda negra, incluso una teoría social disruptiva, fundamentada en qué los grupos violentos, sean guerrilleros, paramilitares, bandas o clanes pertenecientes a delincuencia común, por lo general concernientes a mafias operacionales que giran alrededor de negocios ilegales, y por qué no también asegurarlo de legales, tipo minería, transporte, comercio de alimentos y variadas mercancías, son sus objetivos concretos, con los cuales pretenden dominación espacial territorial, sin importar el color político o social que digan representar, ya que resultan siendo consecuencia de una construcción y herramienta del establecimiento económico, sea el tradicional, venido y conformado desde la herencia histórica de la aristocracia local, o por el surgimiento de nuevos burgueses, interesados en codearse con ella, quienes rompen las barreras de clases, impuestas estratégicamente a través de una estratificación social, obteniendo sus indecentes ingresos y capitales principalmente del narcotráfico, además del resto de negocios ilícitos tipo contrabando, logrando fortunas inmensas con las que logran mezclar orígenes tan disimiles, pero factibles entre personajes con la misma ambición, avaricia y codicia por amasar riquezas sin importar el cómo, en lo cual radican los resultados directos que expone la realidad, en medio de unas sociedades carcomidas por la angustia, el desespero y la incapacidad personal o colectiva, por no poder salir de los atolladeros creados por los conflictos impuestos a la fuerza, intencionadamente, pretendiendo mantener vigente la pobreza y la zozobra entre las comunidades afectadas con tanta conflictividad, de allí me surge la certeza de que no sea una estupidez mayúscula seguir desconfiando en las buenas intenciones, o en la buena fe de las declaraciones que se hacen y se dan a cada rato, tratando de dar confusas explicaciones, tratando de convencer incautos, sin reconocer que son parte de la metodología exitosa que vienen imponiendo y utilizando, detrás de las tierras arrasadas como evidencia de estar al frente de unos perversos personajes, alegando que su insistencia en los métodos violentos hacen parte de una obligación en la lógica de la guerra que se tiene que enfrentar, sin necesidad de aceptar que simplemente cumplen el papel de detonadores del caos en el que se sostiene el actual poder de una dirigencia política y financiera, exacerbada por las ansias y las codicias de acumular y amasar fortunas, sin importarles para nada las personas y las comunidades que sufren las consecuencias por el pervertido funcionamiento de los sistemas impuestos a la brava y sin castigo ni penas, sin consideraciones morales ni éticas.
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