OSCURANTISMO VERSUS PROGRESISMO,
¿LA GUERRA DEL FIN DEL MUNDO?
En la humanidad se viene
librando una fuerte guerra, diría que a muerte y desde hace tiempo, entre el
oscurantismo social, que en política representa y significa mantener y someter
a las sociedades, en donde dominan con sus postulados, bajo los yugos de métodos
y sistemas sociales con los que sólo pretenden favorecer a ciertos grupos privilegiados
de las sociedades; y entre el progresismo social y liberal, un concepto
intelectual y ético que busca y propende extender los beneficios de unos Estados
compuestos y blindados de derechos, que cubran y caigan sobre todos los grupos étnicos
y sociales que componen a las sociedades, buscando y tratando que el beneficio
del progreso y del desarrollo cultural, educativo, laboral, industrial, tecnológico
y social pueda llegar a todos sus rincones, y sobre todas las personas,
intentando que la equidad y la justicia sean los principios rectores de todos sus
objetivos.
El oscurantismo es de
carácter ético, económico e intelectual, como también moral, religioso, político
y social, siendo liderado por las élites económicas, y que en política son
representadas por movimientos conservadores, fascistas y hasta religiosos, con un
plan determinado y un único fin, además con la férrea convicción de sostener los
privilegios que argumentan haber heredado, u obtenido con mucho esfuerzo físico
y material, alegando, y sosteniendo muchas veces, que el desarrollo personal no
se subsidia, porque los subsidios lo único que produce son personas perezosas,
ignorando de paso las circunstancias que han definido las vidas de los desposeídos,
ya que éste, el desarrollo personal, se
gana con trabajo y esfuerzo individual, estando el Estado en la obligación de
protegerlos de los vagos que quieren todo fácil y regalado; considerando que
todos aquellos que intenten modificar estos parámetros deben ser sometidos por
la fuerza, o incluso eliminados, y si es el caso desaparecidos, de todo
escenario de confrontación ante sus postulados, difuminando e invisibilizando
cualquier tipo de política u obligación social en las funciones de los Estados.
El progresismo igualmente
es ético, intelectual, moral, económico y social, pero sin el componente
religioso, pues, aunque se respeta en él las creencias individuales, se
argumenta que la religión es un asunto que debe estar ajeno a los fundamentos
de los Estados, pues estos sólo deben velar por beneficiar a cualquier persona
o ciudadano, ajeno a sus creencias políticas o religiosas, a los sexos y al
color de piel, porque el concepto de raza ya ha sido revaluado por la ciencia.
Ambas posiciones desgraciadamente
arrastran unos grandes lastres intelectuales y morales, al haber, hacer y tener,
en ambos lados de estos espectros políticos y éticos, vertientes que encuentran
en la violencia, y en la muerte de sus contradictores y opositores, la
herramienta perfecta para zanjar las abismales diferencias de los objetivos que
persiguen.
Ante este terrible
escenario solo la educación, y la cultura que de ella emana, pueden ser los
mejores caminos para solucionar este aberrante enfrentamiento social entre unas
sociedades cansadas, hastiadas y desesperadas hasta el extremo de la
desesperanza, ya que con sociedades justas ambos extremos pueden encontrar y tener
sus propios espacios, permitiendo que las élites, sí así lo quieren, como está
demostrado que lo desean, se mantengan separadas detrás de sus muros del vulgo
que tanto repudian; como igualmente las sociedades populares, y en general, reciban
y mantengan estilos de vida justos y equitativos, dando incluso la oportunidad,
a algunos de sus miembros, porque los hay desesperados, puedan alcanzar el
éxito económico para poder ser parte de las elites que tanto envidian, encontrando
las oportunidades de hacer parte de ellas, donde encuentran que la riqueza material
es la fuente de su soberbia, por muy escasa que tengan la intelectual.
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