DIOS ES EL TIEMPO QUE PERDEMOS EN
NUESTRA LOCURA
El tiempo marca una
cadencia que nadie puede mantener,
baila con un frenesí
que todos tenemos que seguir,
dicen que es el espejo
donde se refleja Dios,
cuantas veces quiera éste
mirarse a sus ojos y decidir lo que quiere.
Sus horas eternas se dividen
en series pulsantes de energía,
consumiéndose en ellas
la materia conocida, a la que después descompone,
manteniendo a la vida
como la fuente de una masa que amasa y tritura,
transformándola en periodos
perpetuos, al vaivén de su fuerza,
estirándola luego,
hasta hacernos creer que podemos alcanzar con ella al infinito,
allí donde nuestro
universo se convierte en un punto finito,
y nos pone a marchar
a un ritmo demencial, con el que estamos arrasando al mundo.
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