UN ALMIZCLE ALMIBARADO
El almizcle de una mujer, si así se le puede llamar
a su atractivo aroma sexual, para un hombre enamorado es el almíbar a respirar para
intentar no sentirse despreciado ni ignorado, a través de la captura nasal de
ese olor, imaginando y sintiendo entonces la posible incapacidad de recorrerla
desde la cabeza a los pies, sin necesidad de tenerla que atraer después con el
calor de un deseo degradado tras un sentimiento descarado.
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