PARA PODER VIVIR EN PAZ, EN COLOMBIA, SE REQUIERE CERRAR LA
CAJA DE PANDORA QUE NOS ABRIÓ EL URIBISMO
La paz, la tranquilidad y el progreso en Colombia dependen exclusivamente de que
se puedan cerrar las tapas de la caja de Pandora que se abrieron desde cuando
asumió el gobierno el uribismo, el cual llegó con la única misión de derrotar a
unas guerrillas descontroladas, utilizando todas las formas de lucha, y desde
entonces se fortalecieron una diversidad de grupos antisociales y
delincuenciales que fueron llamados, creados y concentrados para lograrlo,
además de al mismo tiempo exacerbar los sentimientos de odio entre la sociedad,
los cuales se multiplicaron y enervaron buscando poder afectar la psique del
país entero, consiguiéndolo en gran medida en algunas regiones más que en otras.
De ahí que se pueda asegurar que las guerrillas, en nuestro
país, son las directas responsables y causantes del crecimiento y
fortalecimiento desproporcionado del violento fascismo criollo, pues terminaron
siendo el principal motivo y las causantes del creciente poder que han tenido y
ejercido en los últimos treinta años las estructuras narco paramilitares de
unos movimientos políticos afines con sus objetivos, dejando atrás las razones
sociales que los grupos rebeldes esgrimieron cuando se tomaron los escenarios nacionales
a partir de la argumentación social, desde entonces también aparecieron en la contrabalanza
de fuerzas los narcotraficantes, contrabandistas, ganaderos y agricultores
acumuladores y despojadores de tierras, a la vez de un sinnúmero de actores afines
e interesados en desmontar las luchas sociales
que las guerrillas manifestaban querer imponer, afectando de paso la actuación
de los movimientos progresistas y de izquierda que aspiraban desarrollarse bajo
las reglas y los parámetros democráticos.
El triunfo electoral de la izquierda democrática no
representa un cambio inmediato de los paradigmas sociales si antes no se
desmonta toda la parafernalia que alcanzaron a estructura sobre la economía y
la sociedad colombiana los movimientos políticos contrarrevolucionarios, los
cuales desde el momento que eligieron a Álvaro Uribe y a sus álter egos se
dedicaron a cooptar toda la institucionalidad de un Estado en postración ante y
bajo la violencia descontrolada, principalmente por unas guerrillas en indirecta
connivencia con los narcotraficantes, quienes una vez tuvieron a un gobierno
amigo se voltearon y se dedicaron a acabar con los movimientos insurgentes que
les “ordeñaban” sus cuantiosas ganancias del negocio de las drogas ilícitas, como
igualmente por la minería ilegal, contrabando y también de todos los
emprendimientos ilegales que controlaban ejerciendo el poder; un poder que
termino permeando casi todas las instituciones del Estado, desde la rama de
justicia hasta el mismo congreso.
Así pues, que el trabajo de demolición de la ilegalidad que
le espera al nuevo gobierno progresista no es poca cosa.
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