LOS
CIMIENTOS DE NUESTRA MALDAD
Hoy la humildad ya no pesa en la humanidad,
pues la vanidad nos ha convencido que se tiene que ignorar,
incluso va llevando al tiempo a no contar,
convenciendo al individuo de su bondad.
Ahora los cambios no transforman los cimientos de la
sociedad,
ya que son como los vientos que levantan las arenas del
desierto,
solo cambian de lugar acumulándolas sin variar,
mientras los caminos no conducen a ningún destino,
puesto que los seres solo estamos expuestos a la realidad,
y en ella cada uno es como un microscópico microbio,
acrecentando una enfermedad que la está llevando hacia un
final,
donde nadie cree en nadie mientras urde la maldad que nos
corroe.
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