EL
DÍA CUANDO UNAS HORMIGAS HICIERON DESAPARECER UNA CIUDAD LLAMADA CALI
A raíz del calentamiento global, el que muchos dirigentes
políticos, y hasta incluso la mayoría de los habitantes del planeta Tierra,
intentaban minimizar y hasta ignorar, no haciendo más que llover todos los
días, que en Cali ya nadie recordaba cómo era un día seco en ella, tanto era así
que el verano parecía una palabra de más y sin sentido, formando parte ahora de
sus recuerdos.
Mientras tanto la gente, resignada y acostumbrada a esta
condición climática, solo se vestían y arropaban con chompas de plástico y
abrigos, portando sombrillas y calzando botas plásticas todo el tiempo, qué en
Colombia les empezaron a llamar los chocoanos, haciendo alusión con ello a una
zona de este país, donde las lluvias eran el pan de cada día, además que
quienes antes vivían en esa región, la habían abandonado del todo desde hacía
mucho rato, llegando a vivir a esta gran ciudad, aburridos de esa misma condición,
y por el abandono al que los tenían sometidos los gobiernos de turno y el resto
del país, desde que una especie de diluvio nacional no paraba de caer.
Todos los ríos cercanos a Cali, seis para más señas, se
mantenían en sus máximos niveles, y tributando sus aguas turbias a un rio
mayor, el rio Cauca, el segundo más grande del país por su extensión y caudal,
el cual, para desgracia de la misma, atravesaba la parte sur occidental de la
ciudad, donde más habitantes vivían apeñuscados y hacinados, la que tenían bordeada
con grandes camellones, a los que allí les decían jarillones, construidos como
la única y más ingeniosa solución, para que, con ellos, su cauce no se
desbordara y la inundara para siempre.
Suceso que sin embargo inexorablemente ocurrió, cuando
llego el mes de abril del año 2020, mes que siempre se había caracterizado por
ser el periodo del año donde más llovía en esta parte del planeta, qué, en el
ideario popular, se conocía y mencionaba como “abril el mes de las lluvias mil”.
Las administraciones de la ciudad, con sus alcaldes y
consejos municipales a la cabeza, que hacían parte de unos partidos políticos
caracterizados por la corrupción y el despilfarro, y creyendo ciegamente que
esos jarillones eran el remedio más eficaz, y más que suficiente, por si se
llegaba algún día a esa eventualidad, no hicieron nada diferente que seguir
construyendo más viviendas en ese lugar, de interés social, como les llamaban a
las edificaciones designadas para la gente sin recursos, en una zona donde
antes existían las lagunas que regulaban las inundaciones naturales de este
gran rio, la que habían estúpidamente terminado de rellenar con los escombros
que salían de las otras construcciones con que habían edificado la ciudad.
Cuando ocurrió el trágico suceso, y ante las consecuencias,
el drama y la angustia de los millones de hogares afectados, los dirigentes y
políticos de la región, les achacaron todas las culpas a las hormigas arrieras,
que de manera natural habían construido sus nidos en esos jarillones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario