lunes, 21 de mayo de 2018

EL DÍA CUANDO UNAS HORMIGAS HICIERON DESAPARECER UNA CIUDAD LLAMADA CALI


EL DÍA CUANDO UNAS HORMIGAS HICIERON DESAPARECER UNA CIUDAD LLAMADA CALI

A raíz del calentamiento global, el que muchos dirigentes políticos, y hasta incluso la mayoría de los habitantes del planeta Tierra, intentaban minimizar y hasta ignorar, no haciendo más que llover todos los días, que en Cali ya nadie recordaba cómo era un día seco en ella, tanto era así que el verano parecía una palabra de más y sin sentido, formando parte ahora de sus recuerdos.
Mientras tanto la gente, resignada y acostumbrada a esta condición climática, solo se vestían y arropaban con chompas de plástico y abrigos, portando sombrillas y calzando botas plásticas todo el tiempo, qué en Colombia les empezaron a llamar los chocoanos, haciendo alusión con ello a una zona de este país, donde las lluvias eran el pan de cada día, además que quienes antes vivían en esa región, la habían abandonado del todo desde hacía mucho rato, llegando a vivir a esta gran ciudad, aburridos de esa misma condición, y por el abandono al que los tenían sometidos los gobiernos de turno y el resto del país, desde que una especie de diluvio nacional no paraba de caer.
Todos los ríos cercanos a Cali, seis para más señas, se mantenían en sus máximos niveles, y tributando sus aguas turbias a un rio mayor, el rio Cauca, el segundo más grande del país por su extensión y caudal, el cual, para desgracia de la misma, atravesaba la parte sur occidental de la ciudad, donde más habitantes vivían apeñuscados y hacinados, la que tenían bordeada con grandes camellones, a los que allí les decían jarillones, construidos como la única y más ingeniosa solución, para que, con ellos, su cauce no se desbordara y la inundara para siempre.
Suceso que sin embargo inexorablemente ocurrió, cuando llego el mes de abril del año 2020, mes que siempre se había caracterizado por ser el periodo del año donde más llovía en esta parte del planeta, qué, en el ideario popular, se conocía y mencionaba como “abril el mes de las lluvias mil”.
Las administraciones de la ciudad, con sus alcaldes y consejos municipales a la cabeza, que hacían parte de unos partidos políticos caracterizados por la corrupción y el despilfarro, y creyendo ciegamente que esos jarillones eran el remedio más eficaz, y más que suficiente, por si se llegaba algún día a esa eventualidad, no hicieron nada diferente que seguir construyendo más viviendas en ese lugar, de interés social, como les llamaban a las edificaciones designadas para la gente sin recursos, en una zona donde antes existían las lagunas que regulaban las inundaciones naturales de este gran rio, la que habían estúpidamente terminado de rellenar con los escombros que salían de las otras construcciones con que habían edificado la ciudad.
Cuando ocurrió el trágico suceso, y ante las consecuencias, el drama y la angustia de los millones de hogares afectados, los dirigentes y políticos de la región, les achacaron todas las culpas a las hormigas arrieras, que de manera natural habían construido sus nidos en esos jarillones.

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