EL
CIRCULO VICIOSO DE UNA DICOTOMÍA DEMOCRÁTICA
Seguir ignorando que la delincuencia profesional (entiéndase
como todo tipo de clanes y alianzas producidas con el único fin de defraudar los
erarios) se han venido apoderando de las administraciones públicas, y de los tejemanejes
que estos entramados necesitan para desarrollarla, viene generando unas
consecuencias que aún son imprevisibles para las democracias del mundo.
Ocurre algo parecido con lo que sucede al suponer que todos
los grandes capitales del mundo tienen protocolos internos de control ético y
moral en sus negocios, y qué los aplican con rigor en sus afanes por adueñarse
de todo lo que quieren y puedan, respetando así las leyes y las normas
expedidas por los Estados, las que fueron originalmente diseñadas y pensadas para
proteger, por un lado, a las grandes mayorías de posibles injusticias cometidas
por minorías poderosas; y por otro lado para proteger a pequeñas minorías de
grandes mayorías, ya sea que estas se produzcan por diferencias políticas,
religiosas, culturales y raciales.
Estos son dos ejemplos de errores garrafales que viene
cometiendo una humanidad mayoritaria y confundida, pero a la vez manipulada por
esas mismas fuerzas poderosas, quienes, en masivas campañas publicitarias, a través
de todo el mundo, nos vienen vendiendo un modo de vida que poco a poco está
minando la capacidad del planeta y de la propia humanidad.
La pregunta para hacerse en estos momentos de dramática inestabilidad,
donde se está poniendo en riesgo el futuro de toda la humanidad, es: ¿sí existe
algún tipo de gobernanza que pueda garantizar que los extremos más cáusticos de
la polarización social (ya sean estos de derecha o izquierda) no se tomen las
administraciones públicas, como ya lo viene haciendo en muchos países del
mundo, y se pueda entonces restablecer el positivismo, en las mentes de las
gentes del común, como un parámetro esencial para existir?
¿O será más bien que la humanidad, con la característica de
rebaño inscrita en lo más profundo de nuestros genes, no puede hacer nada
distinto que seguir, ya sea a líderes o a tendencias, sin poder tener capacidad
de análisis ni de conciencia de lo que vienen generando nuestros actos, por más
que vengamos distribuyendo destrucción por todas partes como argumento de
progreso y desarrollo?
Pareciera ser que las capacidades de análisis y la
acumulación del conocimiento son dicotomías humanas, porque teniéndolas no las
usamos, y cuando las usamos, terminamos buscando los argumentos más baladíes y ridículos
para defender o asumir una mala decisión.
Como ha ocurrido con la guerra emprendida contra las drogas,
diseñada con un enfoque policial y punitivo cuando debió ser más de salud
pública y educativo, aunque estemos viendo como ésta está destrozando a la
naturaleza con la solución que se le ha dado a este problema, haciendo peor el
remedio que la enfermedad; o como ocurre
con la carrera armamentista mundial, que lo va hacer explotar como solución a alguna
guerra, o con la aplicación y el desarrollo del capitalismo exacerbado, al cual
los poderosos defienden como parte de una absurda interpretación de la libertad
de empresa y de inversión, siendo al mismo tiempo los dueños del capital y del
poder para decidir sobre los demás.
Igualmente, cuando también son ellos los principales testigos
de la calamidad ambiental actual, que así y todo siguen impulsando, aun con las
frustraciones personales y desastres naturales que se generan al aplicar estas políticas,
llevando así a sociedades enteras hacia la drogadicción que propicia la propia frustración,
produciéndose entonces este círculo vicioso en el que estamos, donde el poder se
acumula en pocos, así éstos sean usuarios de poderosas drogas sublinguales
mientras lo hacen, sin importar el cómo, mientras que la desilusión se esparce en
todos, drogándonos con la basura que producen para así no saber hasta cuándo.
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