EN
EL ZAFARRANCHO DE UN CORRAL
En un rancho a las afueras de la gran ciudad,
antes del tradicional zafarrancho de diciembre,
no me pregunten cómo, pero justo antes de morir,
un pollo y un cerdo se dan cuenta que van a ser parte de un
festín,
incluso se enteran con que ingredientes es que los van a sazonar,
pues los humanos se expresaron ante ellos como si estos nada
entendieran.
El pollo mira entonces al cerdo y le dice: “yo de aquí me
largo”,
volándose por la ventana del corral,
pero como su suerte ya estaba echada, fue a caer en manos
de la cocinera,
quien con premura lo despescuezó y en el agua hirviendo de
inmediato lo colocó,
mientras tanto el cerdo, gruñendo por lo que ya sabía,
desesperado salió corriendo a esconderse en su cubil,
pensando que así se escabullía,
siendo que allí lo encontraron los que organizaban aquel
festín.
Aquellos cerdo y pollo fueron rápidamente consumidos
y de sus despojos solo huesos quedaron,
sin volverse a preocupar nadie en aquel corral que de nuevo
mártires nacerían,
pues como siempre ocurre en cada año nuevo,
de su inconsciencia nos aprovechamos mientras la humanidad
otro zafarrancho organiza y de los corrales hasta
longanizas salen.
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