SOMOS
LOS ALFAREROS DE NUESTRA PROPIA DESTRUCCIÓN
Minuciosamente, como el trabajo de un persistente y triste alfarero,
estamos convirtiendo al mundo en un gran basurero,
con el barro siendo la fuente de la humana avaricia,
mientras nuestras manos son las armas de tanta sevicia.
Apoteósicos, hemos vuelto a la barbarie en desarrollo
y al progreso transformado en la apología de la muerte,
trabajando día y noche sin descanso en eso,
cuando permanente realizamos catástrofes por ello.
Al final queremos culpar a algún Dios por la torpe
destrucción
sin contar que en los cambios de objetivos está la única
solución.
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