TRAS
LAS RESPUESTAS DE LOS QUE NO PREGUNTAN
Buscar el ahogado río arriba, ha sido una de las maneras, aunque
absurda, más recurrentes en nuestras sociedades, para reaccionar ante cada
calamidad, sin que hasta ahora se estén dando visos, o viendo síntomas, de
querer cambiar esta errónea forma de actuar.
Para corroborarlo solo bastaría repasar como han sido nuestras
actitudes y comportamientos, con respecto a algunos de los últimos acontecimientos
en nuestra historia común de habitantes del planeta, como, por ejemplo, lo que nos
está ocurriendo con el tema ambiental, donde son demasiados los años de
pasividad general ante las evidencias de su grave deterioro, y que aunque han
estado a flor de piel de toda la comunidad mundial no se modifican y por el
contrario empeoran, porque enfrascados, como estamos, en una absurda discusión
sobre los sistemas o métodos políticos con los que nos debemos regir para
existir, no los vemos ni los notamos en la escala de nuestra realidad, en la
que tanto el capitalismo como el comunismo, con sus variables, tienen el mismo
grado de responsabilidad y de culpabilidad social y ambiental.
O lo que es un peor ejemplo, lo que nos está sucediendo con
el tema de las drogas, las licitas e ilícitas, donde las actuales alternativas mundiales
para enfrentar y solucionar estos problemas son extremos, ya que van desde el punto
de generar una guerra, donde hay muerte y destrucción por montones, permitiendo
al mismo tiempo que este negocio y las economías que se mueven a su alrededor
no paren de crecer, cómo se da en el caso específico de las drogas ilícitas; o
hasta llegar al otro extremo, donde se permite el pernicioso lobby de las
grandes farmacéuticas, propiciando que los congresos legislen a favor de ellas
y sus intereses, cuando se conoce que la mayorías de las investigaciones han
sido realizadas en laboratorios de universidades o instituciones públicas,
dedicadas éstas sí a la investigación, pero que han entregado las patentes en
manos de las farmacéuticas, despreciando o ignorando, con esta posición, que
éstas solo persiguen el lucro financiero sobre la función social, convirtiendo el
combate de las enfermedades en otro negocio más, y dejando en un segundo plano el
bienestar de todo el mundo en general.
Con estos dos ejemplos de comportamientos sociales
erróneos, podemos apreciar hasta qué altísimo grado hemos llegado en nuestra
dependencia mental y psicológica, como humanidad, ante la aberrante deducción,
y conclusión, de que todo en la vida debe dar, y tiene que tener, un redito
material y comercial; para que éste pueda ser catalogado como éxito, trasladando
todos sus beneficios al campo de lo económico y financiero, y así catalogarlo
de normal, siendo que la cruda realidad nos demuestra, hasta la saciedad, que
esta manera de actuar tiene la tendencia ambiental de acabar siempre muy mal, y
en ambos casos, ni la naturaleza ni sus diferentes componentes han tenido
importancia a la hora de tomar decisiones.
Sabiendo lo que sabemos, entonces las preguntas para
hacernos son:
¿Cómo individuos, haciendo parte de una comunidad humana,
sin distingo de tendencias políticas, culturales ni religiosas, vamos a seguir
permitiendo que la gobernanza mundial siga estando en manos de personas, o
empresas, que solo persiguen su propio beneficio?
¿O será que podemos
presionar, como una comunidad globalizada, a que organismos más representativos
de la humanidad, como las Naciones Unidas, por ejemplo, se despoliticen y se puedan
transformar en la cabina de mando, y de conducción, de un planeta cada vez más interconectado,
y a la vez, más convencido, que las soluciones deben incluir a todos los seres
vivos que en él convivimos?
Seré muy iluso, o será que, sin saber estas respuestas, ¿tendremos
futuro?