CON DEDOS O MANOS SEÑALANDO AL OTRO TODOS
ESTAMOS EQUIVOCADOS
El dedo de una mano que toca la frente de aquel al que termina señalando porque dice que se equivoca, cree marcar un grado de pulcritud sobre el error, aunque no alcance a representar la idea que posee quien sostiene lo contrario, manifestándose con rigor a pesar de lo que predice el creyente mayor de lo que no puede siquiera demostrar, dando lugar al sartal de mentiras que ahora se estila como el credo superior de una sociedad hastiada de verdades a medias, en medio de realidades severas, tras la ocurrencia en el tiempo de las continuas tormentas como evidencias que indican una señal de destrucción masiva a través de las manos compulsivas, siempre dispuestas a señalar al otro pero incapaces de detener sus costos.
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