EN LA TIERRA PROMETIDA
-¡Ingeniero, ingeniero!, levantese por favor que hay un incendio al lado del cultivo.
Al mirar por la ventana se alcanzaba ver el resplandor del fuego en la sabana, vistiendome de afán bajé al corredor donde ya estaban levantados todos los ayudantes del proyecto; pregunté por el tractorista y me comentaron que apenas estaba levantándose, así que lo esperé para ordenarle que saliera con el tractor y el rastrillo grande a hacer una ronda con el instrumento alrededor del cultivo de maíz para prevenir que el fuego no fuera a entrar a la maicera, luego cogí la moto en que me movilizaba y salí en ella para conocer que tan grande era el problema. Estábamos en los Llanos Orientales dirigiendo un proyecto agrícola de una muy conocida firma industrial colombiana, sembrando mil hectáreas de maíz inicialmente y después esas mismas mil en soya.
Aunque la noche estaba bastante oscura porque la luna estaba oculta por las nubes, el resplandor del incendio daba cierto brillo permitiendo iluminar el ambiente, sin embargo al atravesar la llanura y bajar una colina, no había visto la columna de paramilitares que venían caminando hacia la Hacienda donde teníamos el campamento, por lo que la sorpresa fue tremenda cuando me los encontré de frente. En un principio creí que eran soldados al escuchar a su comandante que me ordenaba que apagara de inmediato la moto y las luces de la moto y me apeara de la misma preguntandome quien era yo. Le respondí que era el agrónomo a cargo del cultivo de maíz que estaba corriendo el riesgo de quemarse si el incendio de la llanura lo alcanzaba, que había salido a ver que tan grave era la situación y que también había ordenado hacer al tractorista una ronda con el rastrillo alrededor del cultivo para protegerlo, como igual les pregunté si eran del ejército respondiendome el que los dirigía que si y que continuara con mis labores.
Al prender de nuevo la moto y la luz de ésta, alcance a notar las insignias que los identificaba como integrantes de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), invadiendome el terror, pero aún así me puse en marcha simulando ir a ver el incendio, que después supimos que habían iniciado ellos, pero yendome de inmediato hasta el campamento donde les comenté lo que se nos avecinaba. A partir de ese momento nadie se acostó, amaneciendo llegó el tractorista y se le informó lo que estaba pasando justo en el preciso instante en que llegaba la columna de paramilitares. Quien la comandaba se nos presentó diciéndonos que se llamaba«cuchillo» y que necesitaba de inmediato que le facilitaramos un tractor con una plancha ya que requeria trasladar a sus hombres, le comenté que estábamos ocupados pues teníamos que llevar unos abonos al cultivo, ripostandome «ingeniero no se vaya a hacer tomar odio porque no le va ir nada bien», ante lo cual no volví a hablar, y el tractorista, el tractor y la plancha desaparecieron durante quince días como igualmente se detuvieron todas las labores del proyecto. A partir de ese incidente quedaron como los dueños del proyecto y del campamento, así que a los pocos días informé que debía ir hasta Villavicencio a recoger unos insumos por lo que me autorizaron partir.
Estando ya en Villavicencio llamé a mi jefe en Cali a informarle lo que estaba pasando, pensando que no sabía nada, pero cuál no sería mi sorpresa cuando me dice que estuviera tranquilo, que con ellos en la región no se volvería a perder ni una aguja, además que tenían todo arreglado para que nos dieran seguridad.
A los pocos días de estos hechos comenzaron a suceder todo tipo de inconvenientes pues empezaron a aparecer cuerpos de personas muertas en los morichales y a los bordes de los caminos y cultivos al igual que se empezó a saber que se perdían reses y bestias en las fincas vecinas. Luego llegó el comunicado donde informaban que debía haber un pago por cada hectárea sembrada, además de las restricciones de movilidad a partir de las seis de la tarde para todos los habitantes de la región, transformándose en una especie de cárcel lo que debía ser una zona de desarrollo agrícola, igualmente se determinó que se debía pagar por cada kilogramo de insumo utilizado como del cultivo producido.
También se comenzó a citar a las personas a un punto determinado, una especie de retén, para rendir indagatoria ante cada queja que cualquiera hiciera sobre la labor de cada quien. Fue el comienzo del fin de los proyectos, aunque muchos creyeran que así era la manera más inteligente de tener alejada a la guerrilla y a la delincuencia común.
No pude soportar por mucho tiempo esta metodología, y mucho menos cuando me empezaron a citar al mentado retén, para que fuera a explicar porque se daban desayunos sin costilla, almuerzos fríos o comidas consistentes de espaguetis con salsa boloñesa.
___________
No hay comentarios.:
Publicar un comentario